BALZAC, Honoré de (1836), Le Lys dans la vallée, Gallimard-Folio, Paris, 1972 (versión española: El lirio en el valle, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 2007).
Uno de los Balzac más íntimos se presenta en este Lirio en el valle, novela de amor en la que se narra la relación entre el joven Félix de Vandenesse y la noble Blanche-Henriette de Mortsauf. Obra romántica, con una conclusión similar al de la dumasiana Dama de las camelias, contiene muchas claves autobiográficas de su autor. Como Félix, el propio Balzac pasó larguísimos períodos de su adolescencia separado y casi olvidado por sus padres, internado en distintas instituciones educativas. Era ello algo habitual entre la burguesía del siglo XIX, que sometía a los niños franceses a la comparación con los compañeros que venían de los territorios de ultramar (1): "moi, de qui les parents étaient à quelques lieues de là, je restais dans les cours avec les Outre-mer" (p.23).
Una vez retornado al hogar familiar, el joven Félix es llamado a representar a su linaje en una fiesta ofrecida por el duque de Angulema para celebrar la vuelta de los Borbones. Allí conoce a una joven señora, cuyo físico le impresiona y a la que no puede evitar estampar un beso en su bello hombro como despedida del enamorado sin esperanza. Trastornado por el encuentro, la salud de Félix empeora, por lo que su familia le aconseja ir a sanar al campo, a la casa de un amigo de la familia que, azarosamente, es vecino de Clochegourde, la mansión de Henriette, condesa de Mortsauf, su enamorada.
El libro continúa narrando, pues, el tierno amor del joven y la señora, en quien él encuentra el sustitutivo del amor materno, pues ella se niega a satisfacer sus impulsos físicos. Gracias a la influencia de su nueva "familia", Félix consigue un estupendo puesto en la administración de Luis XVIII, volviendo de París a Clochegourde como un alto funcionario de la corona. Pero en medio de su vida munda conoce a la inglesa lady Dudley, a cuyos encantos sucumbe. Los celos corroen por dentro a Henriette, quien muere finalmente en loor de santidad.
Novela de iniciación y de carrera de un joven durante los cien días de la Restauración francesa, en la que Balzac puso lo más espiritual de su sensibilidad amorosa: en ella se glorifica una especie de aristocracia de los sentimientos, que Balzacv pretendería que fuese distintiva de la nobleza en su comparación con la rampante burguesía comercial del siglo XIX europeo: "dans nos plates moeurs modernes, l'aristocratie ne peut plus se révéler que par l'extraordinaire des sentiments –dice Balzac por boca de lady Dudley (p.230).
El lirio en el valle ejemplifica la pulsión a la autosuficiencia que comenta Anthony Giddens en su Transformación de la intimidad (ver entrada en revistadelibros): toda narración creadora de un sentido de vida individual debería glosar la privación del amor original de la madre (p.110). Balzac reconstruye su vida gracias a la creación literaria, recuperando a su madre mediante el recuerdo de aquellas mujeres de mayor edad que le amaron durante su frenética vida de escritor.
Uno de los Balzac más íntimos se presenta en este Lirio en el valle, novela de amor en la que se narra la relación entre el joven Félix de Vandenesse y la noble Blanche-Henriette de Mortsauf. Obra romántica, con una conclusión similar al de la dumasiana Dama de las camelias, contiene muchas claves autobiográficas de su autor. Como Félix, el propio Balzac pasó larguísimos períodos de su adolescencia separado y casi olvidado por sus padres, internado en distintas instituciones educativas. Era ello algo habitual entre la burguesía del siglo XIX, que sometía a los niños franceses a la comparación con los compañeros que venían de los territorios de ultramar (1): "moi, de qui les parents étaient à quelques lieues de là, je restais dans les cours avec les Outre-mer" (p.23).
Una vez retornado al hogar familiar, el joven Félix es llamado a representar a su linaje en una fiesta ofrecida por el duque de Angulema para celebrar la vuelta de los Borbones. Allí conoce a una joven señora, cuyo físico le impresiona y a la que no puede evitar estampar un beso en su bello hombro como despedida del enamorado sin esperanza. Trastornado por el encuentro, la salud de Félix empeora, por lo que su familia le aconseja ir a sanar al campo, a la casa de un amigo de la familia que, azarosamente, es vecino de Clochegourde, la mansión de Henriette, condesa de Mortsauf, su enamorada.
El libro continúa narrando, pues, el tierno amor del joven y la señora, en quien él encuentra el sustitutivo del amor materno, pues ella se niega a satisfacer sus impulsos físicos. Gracias a la influencia de su nueva "familia", Félix consigue un estupendo puesto en la administración de Luis XVIII, volviendo de París a Clochegourde como un alto funcionario de la corona. Pero en medio de su vida munda conoce a la inglesa lady Dudley, a cuyos encantos sucumbe. Los celos corroen por dentro a Henriette, quien muere finalmente en loor de santidad.
Novela de iniciación y de carrera de un joven durante los cien días de la Restauración francesa, en la que Balzac puso lo más espiritual de su sensibilidad amorosa: en ella se glorifica una especie de aristocracia de los sentimientos, que Balzacv pretendería que fuese distintiva de la nobleza en su comparación con la rampante burguesía comercial del siglo XIX europeo: "dans nos plates moeurs modernes, l'aristocratie ne peut plus se révéler que par l'extraordinaire des sentiments –dice Balzac por boca de lady Dudley (p.230).
El lirio en el valle ejemplifica la pulsión a la autosuficiencia que comenta Anthony Giddens en su Transformación de la intimidad (ver entrada en revistadelibros): toda narración creadora de un sentido de vida individual debería glosar la privación del amor original de la madre (p.110). Balzac reconstruye su vida gracias a la creación literaria, recuperando a su madre mediante el recuerdo de aquellas mujeres de mayor edad que le amaron durante su frenética vida de escritor.
(1) Como revela Yvonne Knibiehler en "Madres y nodrizas", en TUBERT, Silvia (ed.), Figuras de la madre, Cátedra Feminismos, Madrid, 1996, pp. 95-118. Asimismo, esta costumbre decimonónica está sobradamente reseñada en la obra de Joris-Karl Huysmans, así como en el poema de Rimbaud "Les Étrennes des orphelins".
1 comentario:
Me alegra encontrar un artículo sobre un libro que leí en 1995 y que este verano vuelvo a disfrutar en una vieja traducción. Este Balzac es una pieza única, muy trabajada, exenta -me parece- de esos defectos que la crítica achaca al genio francés. Estamos ante un estudio sutil de los sentimientos amorosos, en clave romántica. La esfera moral del libro pertenece, sin duda, al pasado, posible razón por la que no se lea hoy este tipo de cosas. Pero si los libros de amor no han pasado de moda, ¿por qué, ante tanta basura, no leer esta obra sin parangón? Se nos descubre en ella (y eso que es una traducción lo que leo) un Balzac exquisito en el empleo del lenguaje, en vena poética. El autor ha explorado, sin duda, la capacidad expresiva de la lengua francesa, elevándola a cotas difícilmente superables. Verdadero tratado de amor, en su vertiente platónica, este es un libro con varios registros, pero sobre todo un poema del lenguaje (aunque a veces Balzac pueda resultarnos un tanto retórico si se le compara con el seco y siempre inteligente Stendhal).
Puede que la virtud de Enriqueta, la señora de Mortsauf, no nos conmueva hoy tanto, acostumbrados como estamos a ceder a las pasiones de nuestro natural egoísmo, pero esa "aristocracia de los sentimientos", hoy caduca, no ha de resultar indiferente a quien halla penetrado en los misterios del corazón. No hay "happy end", como tampoco lo hay en Stendhal, lo cual acaso quiera decir que los seres de excepción perecen en un mundo que no reconoce la excelencia de los nobles sentimientos.
Siga usted escribiendo! Es una pena que no lo haga desde 2008. Poo qué?
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