lunes, 21 de enero de 2008

SENNETT, Richard, Vida urbana e identidad personal. Los usos del orden, trad. de Josep Rovira, Península, Barcelona, 2001, 270 págs.

Richard Sennett es un conocido sociólogo estadounidense, doctor en filosofía, autor de varios libros sobre psicología social y la vida familiar urbana. Su obra actual de referencia es La Corrosión del carácter, donde exponía la forma en que la personalidad de los trabajadores se desgastaba en un ambiente de inestabilidad laboral y constante mutación.
En este Vida urbana e identidad personal se ocupa básicamente de los mismos asuntos, y así lo explicita el propio autor: "el tema de este libro es que surge en la adolescencia una serie de impulsos y anhelos que pueden conducir por sí mismos a una esclavitud autoimpuesta; que la actual organización de las comunidades urbanas estimula a los hombres a esclavizarse en formas adolescentes; que es posible romper este marco para alcanzar una edad adulta cuya libertad resida en la aceptación de un desorden y una dislocación dolorosos; que el tránsito desde esta adolescencia a esta nueva edad adulta depende de una estructura de experiencias que únicamente puede tener lugar en un asentamiento humano denso e incontrolable: en otras palabras, en una ciudad" (p. 34).
La esclavitud autoimpuesta proviene de lo que Sennett llama "identidad purificada", forjada en la adolescencia como un medio de eludir experiencias que pueden ser temibles, desconcertantes o dolorosas. El adolescente puede ser empujado por su entorno familiar a aceptar los puntos de vista de ésta sobre el modo de afrontar la vida y sus dificultades; de esa manera, al adolescente entrará en la adulta sin haber experimentado sus propias convicciones vitales, convirtiéndose en una especie de autómata (esto lo añado yo), programado de antemano. Se trata, pues, de una especie de autocastración, de una frustración buscada, por la que el individuo tiende antes a domesticar sus expectativas, esperanzas y, en definitiva, su desarrollo, por mor de una más fácil y menos arriesgada inclusión en la sociedad ambiente.
Dentro de las sociedades del ámbito occidental contemporáneo (Europa y, sobre todo, Estados Unidos), la institución que mejor transmite esa obligación de pureza es la familia, que enseña al individuo medio a aceptar el mito de una convivencia sin fricciones. Ahora bien, afirma Sennett que para un desarrollo deseable de la personalidad se produzca, "los hombres deben sucesivamente crecer para ansiar lo desconocido, para sentirse incompletos sin una cierta anarquía en sus vidas, para aprender, como Denis de Rougemont dice, a amar 'la cualidad de ser de otra forma' de los que le rodean" (p. 162). Una anarquía que no destruirá a los hombres, sino que los hará más fructíferos y maduros.
Clama Sennett por una sociedad de individuos conscientemente limitados, constantemente mutables, y reacios a someter su pequeñez a cualquier visión realmente grande, refractarios a integrarse en ese conjunto, a pertenecer al todo. Porque la identidad de un adulto, lejos de conformarse como una serie de atributos que nos definen de antemano y per saecula saeculorum, se define como la serie de actos que puede realizar una persona (p. 175). Parafraseando a Simone de Beauvoir, podría decirse que "no nacemos individuos, sino que nos hacemos".
Un libro agudo e interesante, que el lector lego encontrará válido a pesar de que esté de acuerdo con el demoledor prólogo que le ofrece Tomàs Llorens. No sólo estima Llorens que ciertas ideas de base de Sennett permanecen sin desarrollar y, por lo tanto, únicamente son aceptables como metáforas; también el prologuista abunda sobre la incosistencia del cimiento psicoanalítico del que se sirve el sociólogo estadounidense para hablar de las daños provocados por la familia. "Las debilidades o incoherencias teóricas, en un libro que no se propone como fin principal la presentación de una teoría de la sociedad, parecen (y son) tolerables" –dice Llorens (p. 24). Hila tal vez demasiado fino el que fuera conservador-jefe del museo Thyssen-Bornemisza, licenciado en Historia pero doctorado con una tesis en Filosofía. No hay que olvidar, no obstante las duras aseveraciones del prologuista, que el psicoanálisis ha sido y es una teoría de enorme valor en la deconstrucción de los fundamentos de nuestra sociedad, así como en el análisis de las motivaciones del individuo en la satisfacción de sus expectativas. Tal vez el poso del nacionalcatolicismo sea lo que empuje a numerosos pensadores españoles a rechazar el pensamiento freudiano en torno a la familia y los impulsos de naturaleza sexual que en ella imperan –algo que no se da en el entorno europeo, si exceptuamos a la crítica reaccionaria, que entiende necesaria y urgente la desactivación de Marx y Freud.
Pero, bueno, como diría el psicólogo Heinz Hartmann, el hecho de que un hombre pueda interesarse en algo fuera de sí mismo es una señal de que posee un 'yo' distintivo propio; y es ese impulso de afirmación del ego, precisamente, el que crea situaciones de interés humano.

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