viernes, 14 de diciembre de 2007

Félix OVEJERO LUCAS: Contra Cromagnon (nacionalismo, ciudadanía, democracia)

OVEJERO LUCAS, Félix, Contra Cromagnon (nacionalismo, ciudadanía, democracia), Montesinos, Barcelona, 2006.

Interesante alegato-tratado de este doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona y profesor en la misma sobre los excesos que se cometen en la España actual en nombre del nacionalismo y su imposible incardinación en el pensamiento de izquierdas.
El libro se divide en varios apartados, de los cuales el de mayor calado científico y normativo es el primero. "Naciones, ciudadanos, democracia" hace un repaso a los cimientos creadores de naciones según las perspectivas liberal, comunitarista y republicanista. La primera basa sus planteamientos en la libertad sin límites de cualquier individuo o grupo de individuos para unirse a o separarse de una comunidad más amplia según les convenga o no; todo Estado sería como un club del que uno se desafilia según desee. Ovejero desmonta con facilidad la tesis liberal sugiriendo que, de existir esa posibilidad, bastaría con que un grupo de ricos y poderosos se aislara de sus obligaciones hacia el resto de sus conciudadanos creando una isla independiente ajena al ordenamiento jurídico de la comunidad –este fenómeno existe ya en Estados Unidos, como se explica en Privatopia, libro de un tal E. McKenzie.
La perspectiva comunitarista defiende la existencia de unos rasgos comunes a unos individuos que por sí solos determinan el carácter de sujeto político y, por ende, su autodeterminación. Ovejero lleva la cosa al absurdo preguntando si un club de hombres con bigote, o de portadores de un DNI que terminara en 7, podrían conformar una nación y autogobernarse. Los casos, empero, existen: los amish en EEUU, y sobre todo los menonitas en México, quienes forman grupos aislados en los que el ordenamiento jurídico del Estado en que se inscriben no tienen validez.
El republicanismo es la opción del autor como la única válida para asegurar la libertad democrática y ciudadana de los individuos. La sumisión a la ley por una parte, y la absoluta igualdad programática por la otra son sus fundamentos, dentro de los cuales no cabe el nacionalismo de corte histórico, cultural y/o étnico que se produce actualmente en Cataluña y el País Vasco.
La segunda parte, bajo el título de "La batalla de las palabras", recoge varios estudios historiográficos sobre el nacionalismo, en especial Las Fronteras del nacionalismo, de Luis Rodríguez Abascal, y Nacionalismos e historia, de García de Cortázar y otros. "Los nacionalistas se inventan la nación en nombre de la cual dicen hablar. Inventarse una tradición, una historia, un momento de gloria y una decadencia atribuible a las intromisiones de los otros" (p.151). Amén de desbaratar el calado de las tesis historicistas del nacionalismo en lo referente a sus mitos fundadores, Ovejero se detiene en la contemplación de la cosmovisión romántica creada por el uso de una determinada lengua, negando las bases científicas de tal aserto puesto que ningún lingüista suficiente formado acepta semejante afirmación. El uso de una lengua común no crea una sólida identidad que reúna bajo el mismo paraguas a un vecino de Pedralbes con un campesino del Alto Urgell –de la misma manera que un banquero madrileño tiene poco que ver con un bracero colombiano.
La tercera parte del volumen, "Intervenciones", recoge una serie de escritos publicados tanto en El País como en El Viejo Topo. En ellos se pone de relieve: la falta de credibilidad de la izquierda a la hora de asumir, defender y alentar las propuestas nacionalistas; que desde una perspectiva socialista, de izquierdas y republicanista es indefendible el nacionalismo, puesto que basado en contenidos étnicos; la separación existente entre la clase política catalana y la sociedad que dice representar, en la que casi el 60% declara tener al castellano como lengua materna y sin embargo no la ve reproducida en sus instituciones por mor de la defensa de una lengua amenazada como el catalán –defensa que el castellano no merece puesto que se habla a lo largo y ancho de muchos países; pero, ¿acaso la lengua que se hable, por ejemplo, en México puede determinar la política lingüística de otra región del globo? ¿sería diferente la política lingüística catalana en caso de que el catalán se hablara en otras zonas del mundo?–.
En definitiva, apunta Ovejero la incompatibilidad de la situación que viven las gentes de Cataluña y el País Vasco con planteamientos de izquierdas -porque el nacionalismo no puede ser de izquierdas, habitado como está por un trasfondo discriminatorio y reaccionario.
La corriente de fondo, subyacente a todo el texto, es la solvencia de la identidad grupal y/o individual para la formación de unidades de gestión política. Sobre la idea de que la identidad sea la base para otorgar la condición de ciudadano, dice Ovejero que "supone inexorablemente que aquellos que no participan de la identidad no forman parte de la polis, son extranjeros, turistas u ocupantes" (p.163) –lo que no deja de ser un planteamiento terriblemente excluyente y ajeno a cualquier tesis de izquierda, pero cercano a las soflamas de un Le Pen. "Lo importante es (dice el autor) garantizar el derecho de los ciudadanos a cambiar de identidad sin que sus derechos políticos se negocien en ello, y el mejor modo de asegurar ese derecho es que el escenario político carezca de identidad" (p. 168).
Sin embargo, la identidad es un componente abstracto muy requerido por los individuos afectados por la fragmentación y disolución a la que nos somete la contemporaneidad. Mucha gente necesita dotar a su vida de un sentido de pertenencia, ya sea un club deportivo, una ONG o un partido político que les permita identificarse con respecto a un referente determinado. No sería, en ese caso, sino una consecuencia de la sociedad en que nos ha tocado vivir.
En fin, que si aquél decía que el mejor antídoto contra el nacionalismo era viajar y ver mundo, cabría añadir que el libro de Ovejero es buena medicina también.
Lo único a lamentar de este volumen es la repetición habitual de ejemplos, utilizados por el autor en varios textos; habría sido de agradecer una mayor riqueza en metáforas y símiles para ilustración de los postulados de Ovejero, puesto que los elegidos aparecen una y otra vez a lo largo de casi todos los textos.

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