BEAUVOIR, Simone de (1949), Le Deuxième Sexe, Gallimard-Folio, 1986.
Este año conocerá la celebración del centenario del nacimiento de esta gran pensadora francesa, adalid de la emancipación femenina e instigadora del feminismo "ilustrado" y "universalista" –que es como se le conoce en los círculos del pensamiento feminista actuales (en oposición a, por ejemplo, esencialista, lesbiano, ecofeminismo y otros).
"Una no nace mujer: se convierte" (on ne naît pas femme, on le devient). Esta célebre máxima del Castor (así la llamaban en su círculo de intelectuales izquierdistas, Sartre, Camus, Leiris y su compañero Claude Lantzmann, el del filme Shoah) lleva tras de sí una densísima y larga elaboración que viene a afirmar que las diferencias de género son meros constructos socioculturales. Aunque a veces caiga en la trampa del esencialismo, Beauvoir echa una reposada mirada a la historia, a los tópicos y a las convicciones sociales para desmontar toda la estrategia de sometimiento que han sufrido las mujeres desde la noche de los tiempos.
Si los géneros sólo son útiles en vista de la reproducción, ¿por qué nuestra sociedad sigue considerándolos válidos? ¿Acaso en nuestros días, cuando las máquinas han hecho innecesario el uso de la fuerza bruta masculina y los servicios han invadido los sectores productivos, la división de roles en el trabajo sigue siendo útil y/o necesaria? Mujeres y hombres son iguales, en este nuevo marco que es el de la contemporaneidad, puesto que sus capacidades también lo son. La compartimentación parece ser el fruto de la sempiterna moral familiar, de corte conservador, presente y actuante incluso cuando la contracepción lidera la inmensa mayoría de los encuentros heterosexuales.
Aunque con el tiempo (en unas declaraciones a Alice Schwarzer en 1986), Beauvoir revisara la ingenuidad de algunas de las afirmaciones vertidas en 1949, en El Segundo Sexo la escritora veía en el socialismo la única posibilidad para que las diferencias de género se resuelvan. Eran, desde luego, otros tiempos, en los que Europa se debatía entre la influencia ultracapitalista de los Estados Unidos (a quien el Viejo Mundo parecía deberles su liberación de la invasión alemana) y la comunista de la URSS. Precisamente, en una novela posterior a este gran ensayo (Les Mandarins), Beauvoir narraría cómo su grupo de amigos escritores rompería progresivamente con el bloque soviético ante la publicidad que se dio a los campos de concentración, corrección y exterminio existentes en Siberia. Ello provocaría la ruptura y separación de, sobre todo, Sartre, del PCF, partido que fuera el que liderara la Resistencia y la reconstrucción civiles democráticas en los últimos años de la Guerra Mundial y primeros de la Liberación.
Siempre es momento, desde luego, para revisar y estudiar con atención este hito del pensamiento igualitario de todos los tiempos. Este post es una invitación a ello.
"Una no nace mujer: se convierte" (on ne naît pas femme, on le devient). Esta célebre máxima del Castor (así la llamaban en su círculo de intelectuales izquierdistas, Sartre, Camus, Leiris y su compañero Claude Lantzmann, el del filme Shoah) lleva tras de sí una densísima y larga elaboración que viene a afirmar que las diferencias de género son meros constructos socioculturales. Aunque a veces caiga en la trampa del esencialismo, Beauvoir echa una reposada mirada a la historia, a los tópicos y a las convicciones sociales para desmontar toda la estrategia de sometimiento que han sufrido las mujeres desde la noche de los tiempos.
Si los géneros sólo son útiles en vista de la reproducción, ¿por qué nuestra sociedad sigue considerándolos válidos? ¿Acaso en nuestros días, cuando las máquinas han hecho innecesario el uso de la fuerza bruta masculina y los servicios han invadido los sectores productivos, la división de roles en el trabajo sigue siendo útil y/o necesaria? Mujeres y hombres son iguales, en este nuevo marco que es el de la contemporaneidad, puesto que sus capacidades también lo son. La compartimentación parece ser el fruto de la sempiterna moral familiar, de corte conservador, presente y actuante incluso cuando la contracepción lidera la inmensa mayoría de los encuentros heterosexuales.
Aunque con el tiempo (en unas declaraciones a Alice Schwarzer en 1986), Beauvoir revisara la ingenuidad de algunas de las afirmaciones vertidas en 1949, en El Segundo Sexo la escritora veía en el socialismo la única posibilidad para que las diferencias de género se resuelvan. Eran, desde luego, otros tiempos, en los que Europa se debatía entre la influencia ultracapitalista de los Estados Unidos (a quien el Viejo Mundo parecía deberles su liberación de la invasión alemana) y la comunista de la URSS. Precisamente, en una novela posterior a este gran ensayo (Les Mandarins), Beauvoir narraría cómo su grupo de amigos escritores rompería progresivamente con el bloque soviético ante la publicidad que se dio a los campos de concentración, corrección y exterminio existentes en Siberia. Ello provocaría la ruptura y separación de, sobre todo, Sartre, del PCF, partido que fuera el que liderara la Resistencia y la reconstrucción civiles democráticas en los últimos años de la Guerra Mundial y primeros de la Liberación.
Siempre es momento, desde luego, para revisar y estudiar con atención este hito del pensamiento igualitario de todos los tiempos. Este post es una invitación a ello.
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